Las personas que sufren enfermedades mentales como esquizofrenia y otras psicosis, colectivo principal de atención en los centros de rehabilitación psicosocial, suelen presentar dificultades más complejas que la sintomatología propia del diagnóstico, apareciendo otros factores que inciden de forma directa en el funcionamiento psicosocial e integrador en la comunidad.
Dentro del marco de atención comunitaria, se hace imprescindible no atender únicamente a la situación clínica, sino también a los diferentes elementos psicosociales y necesidades encuadradas en el contexto social. Así, se pretende prevenir y/o reducir las consecuencias derivadas de las situaciones de deterioro en el funcionamiento y riesgo de exclusión, procurando así posibilidades efectivas de recuperación e inclusión normalizada en la comunidad.
Rankin (2005) definió la inclusión social como el impulso de las políticas para “incorporar a las personas que padecen una enfermedad mental a la sociedad general, permitiendo el acceso a oportunidades ordinarias de empleo, ocio, familia y vida comunitaria”. También argumentó que, sin esfuerzos serios para promover la inclusión social, las personas con enfermedad mental probablemente permanezcan marginadas en la sociedad y la salud mental continuará suponiendo altos costes personales y financieros para los estados. Sayce (2001) apoyó esta idea y afirmó que la inclusión social es el desafío clave y el objetivo final de los servicios de salud mental.
Integrarse en la propia comunidad, participar en una ocupación productiva y alcanzar el propio potencial son elementos fundamentales para la definición de salud mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como ayudar a empoderar a las personas con problemas de salud mental (Leamy, Bird, Le Boutillier, Williams & Slade, 2011).
Dentro de los diferentes planos y actividades sociales, el deporte se sitúa en la actualidad, como una de las principales áreas de participación y un potente generador de calidad de vida y bienestar social.
Así, el deporte y las actividades deportivas se han convertido en prácticas con grandes repercusiones y conexiones tanto sociales como culturales. Algunos de los factores más interesantes aportados por el deporte son: el fomento de la relación entre iguales, la comunicación entre desconocidos, los contactos e intercambios y, en general, toda una amplia gama de conexiones y ventajas que han convertido la práctica deportiva en un generador de capital social. Además, comienza a destacar el impacto del deporte en la construcción de identidades individuales y colectivas, y a incluirse la actividad deportiva dentro de las políticas sociales, alcanzado el estatus de derecho social.
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